El gadiano extranjero

Por: Daniel Alejandro Escobar Celis


El brillo de los rayos de Alfor en mis párpados me dio la señal para levantarme. El olor a suciedad y a objetos viejos impregnó mis fosas nasales. Me levanté con cuidado de no chocar con el techo que estaba a solo dos varas de altura del suelo. Encorvado al punto de casi gatear me desplacé por el laberinto de objetos y materiales diversos. Finalmente encontré la salida del ático y pude bajar.

¾Al fin te levantas. Ponte a trabajar que ya casi es hora de abrir la tienda. ¾Me dijo el jefe con brusquedad¾. ¿Terminaste los pedidos de ayer?

¾Es difícil trabajar con triple capas de pieles. He avanzado bastante pero aún me falta. ¾Dije mientras buscaba mis herramientas y agarraba el sombrero a medio terminar.

¾Pues termina de una vez. Ese cliente es un basgar muy impaciente. Ha venido a mi tienda solo porque la transmutación de los Gadiabás no es buena trabajando con materiales múltiples. La calidad del trabajo a mano de un buen artesano es mejor, pero no podemos competir con la velocidad de ellos. ¾Habló de manera impaciente¾. Si no terminas rápido perderé clientes.

La señora Sendra llegó a la tienda. Poco después el dueño la abrió al público. Ella se encargaba de las ventas y yo del trabajo pesado. El dueño desde mi llegada se había limitado a trabajar para los clientes más exclusivos o de su confianza. Sendra había atendido un par de clientes gadianos y yo estaba concentrado en el sombrero para el cliente Basgar dejando a un lado a los demás pedidos cuando un par de personas entraron. Era una joven gadiana de rostro tímido y un Vulcanbás de piel roja y cabellos amarillos. Sus ojos de globos amarillos e iris naranja trajeron imágenes espantosas a mi mente.

De pronto me vi envuelto entre llamaradas. A mí alrededor reinaban los gritos, llantos y lamentos. En vano luchábamos con armas, piedras, bombas caseras y todo lo que teníamos contra el poder abrumador de los hijos de Vulcano que carbonizaban todo a su paso. Vi a mis familiares y amigos arder hasta la calcinación. El olor a carne quemada impregnaba mis fosas nasales…

Tuve que correr hasta el baño para intentar calmarme. Desde mi huida de Finor y arribo a Wadakapian en el país de Kresalia no había visto a ningún hijo de Vulcano. Sabía muy bien que aquí los gadianos no estaban en guerra con los Basgar, pero aquellos terribles pensamientos no podía apartarlos de mi mente. Luego de calmarme regresé a mi trabajo. De inmediato me enteré que aquella joven llamada Kayori era una esclava del Vulcanbás y que trabajaría con nosotros desde ese día.

Tímida al principio se ganó el respeto de todos con rapidez ayudando a Sendra en las ventas. Era una chica de pocas palabras. Cada vez que veía su número de identificación en el brazo no podía dejar de compadecerla. En mi país somos poco menos que objetos y el trato a las gadianas esclavas es mucho peor. Tuve suerte de aprender un oficio y reunir dinero y contactos para conseguir un pasaporte. Algo de lo que la mayoría no puede ni soñar.

Ese día salí al atardecer a respirar aire fresco. Alfor se escondía en el horizonte brindando un hermoso espectáculo. Faltaba poco para cerrar la tienda y al fin poder probar mi única comida diaria, que tanta falta me hacía. Observé como un Sismubás corpulento de piel y cabellos marrones entró a la tienda. Admiré un poco más el crepúsculo y entre.

¾Por favor suélteme que me lastima. ¾Dijo Kayori con mirada de espanto mientras el Vulcanbás la sostenía por un brazo.

¾Pero mira que preciosura tenemos. ¾Dijo el Simubás mientras la miraba con lascivia¾. No te había visto por aquí. ¾Le dijo mientras pasaba una de sus manos por su rostro.

Yo le interrumpí. Aquel Sismubás resultó ser el dueño del sombrero que acababa de terminar. Me miró con desdén y luego de pagarme volvió a tomar a Kayori esta vez por la cintura. Quise decir algo pero una voz potente se me adelantó.

¾Suéltala o no respondo por lo que te pueda hacer. ¾Dijo el hijo de vulcano con un brillo de ira en su mirada y una bola de fuego en una mano.

Ambos se observaron a los ojos. Y el acosador se marchó. Los ojos de ternura con que Kayori y el hijo de Vulcano se miraron hicieron que me replanteara muchas cosas.

 Microrelatos

No hay comentarios:

Publicar un comentario