Un disco de acetato gira en un viejo
tocadiscos reproduciendo un tango de Carlos Gardel. Junto a él, una anciana
sentada en un sillón teje una manta como regalo para Albertico el menor de sus
doce nietos. Rosita, madre de Alberto, tercera de sus hijas y quinta de sus
siete hijos, le había prometido llevarlo la mañana siguiente.
Para la señora Sara, tejer es un arte que
practica con pasión y, en ningún momento duda en obsequiar sus obras
delicadamente elaboradas a todo aquel que la visite. A medida que va dándole
forma a la manta de su nietecito observa cómo el rollo de hilo va
desvaneciéndose. Ella se levanta con cuidado y al ritmo que permiten sus
avanzados años va caminando y sube la escalera en dirección a su habitación.
Dentro de su cuarto abre el viejo armario
buscando el material necesario para seguir trabajando. Con sus temblorosas y arrugadas manos toma la
caja de metal donde guarda sus hilos y
agujas. Entonces escucha un chillido y al voltear ve un pequeño roedor.
Exaltada deja caer la caja desparramando su contenido en el suelo. El pequeño
ratón aprovecha para salir del armario y huir despavorido.
Con cierta dificultad, la señora se agacha a
recoger hilos y agujas. Mientras termina de hacerlo, observa las cajas de su
difunto esposo que nunca quiso botar ni regalar. Una a una las va sacando,
hurgando en sus contenidos que la llenan de tantos recuerdos y en el lugar más recóndito, descubre un
compartimiento secreto. Al abrirlo encuentra un maletín naranja. Dentro de él antiguos
papeles de su difunto marido.
La señora no puede evitar recordar aquellos versos
y cartas de amor que su señor le dedicaba en su juventud. Su sonrisa de niño,
su actitud siempre jovial y sus manos
fuertes para el trabajo, pero delicadas al momento de brindarle caricias. Al
señor Ricardo hacía solo tres años que le habían detectado un tumor maligno del
tamaño de un puño. Para ese momento no había nada que hacer. Sólo un par de
meses después él partió dejando a la pobre Sara viuda y solitaria en aquella
enorme casa.
Junto a los innumerables papeles se encontraba
un pequeño frasco transparente. Dentro de él un hermoso talismán dorado con una
piedra azul en el centro. Ella la destapó y sacó. No recordaba haberlo visto
pero sentía en él, algo inquietante que no podía describir. Al darle vuelta ve
una inscripción: “La Alianza”. Debajo de la misma un curioso símbolo que estaba
segura haber visto hacía muchos años en el tiempo cuando apenas conocía a
Ricardo. Aquel hombre galante y misterioso ocultaba tantos secretos. Muchos de
los cuales se había llevado finalmente a la tumba.
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